Me encanta amar a vivir, comer pasta "frutti di mare", Leer Bulgakov y chirivía, ver malyavin, Malevich, Degas y Toulouse-Lautrec, tomar el sol y oler la hierba cortada. El hockey me sucedió como si fuera inevitable y esperé hasta que salí de mi horno a los treinta y tres años. Así fue. Y por sexto año, me hace, cada vez, un poco más feliz, me da gente mágica y desconectarme 100% de cualquier problema durante el entrenamiento o el juego. Me gustan las cargas, me gusta sentir mi cuerpo funcional, me gusta jugar con chicas en el hielo y aceptar cada nuevo desafío, junto con cada nuevo reto. El hockey es, ante todo, un equipo y es muy bueno cuando tu equipo se convierte en tu segunda familia. Tengo mucha suerte, ahora estoy en una familia así. Crecer rodeado de personas a las que no te darán la espalda, crecer con personas que no ofenden y no llevan una piedra detrás de sus senos, extender sus alas con aquellos que creen en mí y en quienes creo, con aquellos para quienes la palabra "confianza" no es un sonido vacío. Que así sea.